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Daniel Santiago Salguero hace una instalación que pretende reconstruir los espacios personales de dos hermanos gemelos que viven juntos en el imaginario del artista. Esta instalación hace parte del proceso de un trabajo extenso y comprometido sobre la construcción de estas dos personalidades inspiradas en una reinterpretación ficcional de su propia vida. Esta obra hace parte de un trabajo de seguimiento e investigación mucho más grande, abundante y con varias etapas. Sin embargo, el interés por la obra seleccionada específicamente para la muestra en cuestión radica en la pertinencia del espacio personal y sus representaciones objetuales, las identificaciones que se alcanzan a leer por medio de las asociaciones entre estos objetos personales  y la construcción de identidad gracias a la apropiación de una espacialidad construida artificial, literal y simbólicamente. 

Gerardo Caro propone una fachada elaborada con varias piezas que experimentan con la materialidad y los colores. Invita a una reflexión sobre los significados latentes en las apariencias de las fachadas de las casas, tratando de establecer conexiones entre sus elementos, transitando del todo a la parte y viceversa.

 

Marisol Rendón se acerca a los objetos cotidianos desde una perspectiva más consciente. Lo que le interesa a esta artista son los objetos actuales y su funcionamiento en la vida contemporánea de las historias culturales. En su incursión al mundo de los objetos los despierta, los  saca de su invisibilidad, los reconoce protagonistas. El objeto, además de su función práctica, según Barthes, siempre acarrea una función simbólica, se convierte en signo de sí mismo. Rendón les devuelve a los objetos  que interviene esta función simbólica aumentando su escala, vuelve a la mirada de la infancia para convertir a estos objetos en su contenido vital “sagrado”. Para esta muestra se ha elegido aquellos dibujos que ilustran neveras abiertas, buscando expresar las metáforas que nacen para ella entre la experiencia de habitar un espacio como la casa y la asociación con la manera de almacenar y clasificar la comida dentro un receptáculo frío e impersonal como puede llegar a ser una nevera, y que sin embargo, sigue haciendo parte vital del inventario de cualquier espacio habitable.


Alejandra Rincón trabaja con lenguajes audiovisuales, su propuesta es una instalación que consiste en la proyección indefinida (en loop) de un video de tres minutos y medio llamado “Naturaleza doméstica”. Se proyecta en la pantalla plana de un televisor de 36 pulgadas, empotrado en la pared. Este video entra a relacionar a través de la imagen en movimiento, una suerte de objetos domésticos que usualmente se guardan durante mucho tiempo dentro de los estantes o muebles de espacios habitables. Objetos como botellas de vino o copas de cristal se vuelven inspiración para esta artista que construye escenarios de experimentación visual para los mismos. A partir de la posición que ocupan y los movimientos gravitacionales que explora gracias a sus geometrías y materialidades, estos objetos pueden leerse como un vestigio de la memoria personal que se convierte poco a poco en recuerdo doméstico, redefiniendo algunos procesos creativos de experimentación con objetos que hacen parte de la vida humana y que se convierten en protagonistas de una experiencia estética específica.


Andrea Echeverri moldea dos teteras (corazón / niña) y una jarra (corazón) en cerámica. Estos objetos creados tan delicadamente hablan de los sentimientos transformados al interior de los imaginarios íntimos y habituales. Se evidencia cómo esos sentimientos se apropian de objetos domésticos que construyen rutinas de comportamiento y rituales familiares. Las teteras y la jarra que crea Echeverri con formas de cabeza de niña y corazones dan cuenta de la necesidad de transformar la forma objetual y traducirla a un lenguaje visual sencillo, doméstico, atemporal, universal.

 

Alba Solórzano se remonta a objetos muy concretos y entrañables, al saber artesanal y a una fuerte historia cultural local. Solórzano se concentra en la sabiduría que hay en los pliegues de un tamal, objeto prosaico y popular, que gracias a un ojo antropológico y a una lectura constructivista logra traducir en una original propuesta escultórica, que se alimenta tanto de la memoria geométrica precolombina como de la libertad formal contemporánea.

Diana Drews participa con dos obras, la primera es un cuadro pintado al óleo que ilustra una especie de calendario modificado, donde cada casilla representa una casa con siluetas de colores. Estas casas están atravesadas por diversos caminos que están poblados de hormigas negras. El interés en esta obra radica en la metáfora que se logra entre el registro del tiempo visual de la rutina diaria y lo que representa la capacidad potencial para la organización de imaginarios y memorias personales.
La segunda obra es una instalación de grandes dimensiones, ubicada en la última sección del recorrido dentro de la categoría doméstico. Su intervención tiene como base un trozo rectangular de césped natural, dispuesto en la totalidad del largo del espacio. Sobre esta superficie creada se disponen 15 sillas de colegio que la artista modifica y se apropia de las superficies de las sillas con palabras y / o imágenes. Esta obra es una especie de vestigio que expresa una melancolía latente al evidenciar la pervivencia del pasado en el presente.

 

Giovanni Vargas con su obra: “Estudios de caso”, hace una apuesta a la reconstrucción de la memoria del habitar, con respecto a la reflexión crítica que suscita la inminente desaparición de casas de los años cincuenta en la zona del Barrio Chapinero de Bogotá en pos del progreso inmobiliario y su crecimiento económico exponencial. Vargas da cuenta de ese momento atrás en la historia donde estas casas -hoy desaparecidas- hicieron parte de imaginarios familiares fuertemente arraigados a lo doméstico. A partir de las fotografías de las fachadas realizadas por él mismo, hace una re-elaboración visual haciendo un dibujo paralelo sobre la fotografía, procurando expresar  con el dibujo y las combinaciones de color, aquellos tiempos mejores de pleno esplendor. Esta obra es una especie de homenaje a las casas que desaparecieron de la ciudad, rescatando la idea romántica de lo que representaron en épocas de antaño.

Beatriz Daza reconfigura los objetos frágiles y fácilmente transformables como son las vajillas y los pocillos, catalogados como de uso especial para servir los alimentos y las bebidas en momentos familiares.  Su obra constituye una imagen dialéctica puesto que al mismo tiempo que habla sobre la nostalgia del objeto perdido, también habla sobre la transformación que tuvo lugar con su destrucción, constituyéndose otro tipo de relaciones con estos objetos ya descontextualizados de las lógicas procedimentales.

Cesar Padilla participa con un escultura tridimensional de mediano tamaño llamada       – Ausencia -. En esta obra se identifica claramente dos siluetas de hombre y mujer. La mujer se encuentra sentada en el piso girada levemente con respecto al hombre. La silueta del hombre se encuentra sentada también pero en un nivel más alto. Aquí se identifica una doble lectura interesante, puesto que aunque las siluetas son fácilmente identificables la lectura se hace con la relación vacío / lleno de la expresión de los materiales y viceversa. Esta obra se pone en comunicación directa con la siguiente, por manejar escalas y lenguajes parecidas pero diferentes.

Ana Isabel Diez  con su propuesta escultórica en miniatura constituida con diversos materiales de atractivos aspectos,  busca hacer otra lectura de las diversas formas de apropiación de aquellos objetos básicos que están enmarcados dentro de lo profundamente privado, como por ejemplo una cama y su colchón.

Georgina Montoya  aporta su obra que procura re-escribir las maneras de habitar una casa pop, aprovechando la relación directa con algunos lenguajes fotográficos de principios del siglo XX. Una casa con imágenes que aluden a la memoria, como referencia obligada para su construcción personal, con paredes pintadas de blanco y grabada con flores rojas. Una casa que no es externa, sino la metáfora de la introspección de su cuerpo de mujer. Un delicioso y festivo altar narcisista, con memorias propias y recientes, marcado con una imagen familiar, desde el cual se centra para luego proyectarse al mundo y reclamar provocativamente un espacio propio.
Santiago Cárdenas ofrece una obra de pintura al óleo que dialoga con las demás obras artísticas a través de la atmósfera que contienen las pinceladas libres de su pintura. El lenguaje del color y las técnicas que emplea crean un contexto muy rico asociado a la pintura clásica pero sin dejar de incursionar en la plástica experimental. Su obra habla a través del color, de las formas privadas que se vislumbran a medida que se contempla la pintura y se van descubriendo conexiones con las otras obras aledañas.

Natalia Gil participa con una pintura que hace parte de la serie – Estudios sobre la no casa-. Esta obra aporta un sentido de levedad, de negación del paso del tiempo, de suspensión perenne de un momento decisivo.  Reflexiona acerca de  lo privado como imagen vinculante entre la lógica de la realidad y lo ilógico de los sueños.

Evelyn Tovar hace un collage con la silueta de una casa, cosiendo varios fragmentos de billetes colombianos que han sido cortados en cuadrados regulares en su mayoría.  La invitación es a pensar la casa como espacio que se crea a través de las relaciones económicas que mueven los hilos de los deseos  y toda su maquinaria invisible.

El Colectivo INPAR expone un video que pertenece al registro detallado de un performance que realizan previamente llamado - El Estado de la Casa -. Inspirados en el espacio privado y cotidiano con relación al cuerpo y su manera de habitar los lugares,  este colectivo nos lanza preguntas sobre los tipos de acciones diarias conscientes e inconscientes en los espacios personales, mientras abren una invitación a re-organizar las correspondencias y diferencias identificables desde los actos. El video se proyecta en un televisor de pantalla plana de 36 pulgadas empotrado en la pared y dura aproximadamente veinte minutos.

CATEGORIAS

PRIVADO

COTIDIANO

DOMESTICO

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